Eldanis
De camino a mi casa, de repente, capté un olor a licántropo. Otra vez, el mundo se ralentizó a mi alrededor. Encontré al licántropo en un callejón. Tenía el pelaje gris apagado, y por su forma de caminar deduje que era un explorador.
Un explorador...
Alguien lo había mandado, y estaba allí claramente para vigilarme. Antes de que se percatase, estaba en el suelo, aturdido a causa del puñetazo que le metí. Los exploradores estaban adiestrados para vigilar y correr, así que si le daba oportunidad de escapar, probablemente me sería difícil atraparlo hasta con la fase dos. Lo cogí por el cuello y lo levanté.
-¿Quién te manda?
El licántropo no respondió mentalmente, así que lo lanzé contra la pared más próxima, que se rompió ante el contacto del lobo. Lo volví a coger del cuello. No pensaba dejar escapar esa oportunidad.
-Si no me respondes te arrancaré un brazo, y créeme, te dolerá insoportablemente.
Le pegué un puñetazo con la mano con la que no lo sostenía, y él aulló.
De repente, se transformó en humano, y como un cuerpo humano no podía soportar la presión con la que le estaba sosteniendo, murió.
No lo podía creer. Se había suicidado simplemente para no darme la información. Esta manera de actuar era propia de la sumisión de Azhagal, el comandante más fiel de Gabriel después de William.
Habían pasado demasiadas cosas en una misma noche, así que decidí asimilar la información en mi piso, y mañana saldría a seguir mi búsqueda.
Habían vuelto.
Los hijos de la noche habían vuelto a la ciudad.