Las tres criaturas de idhun
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 Intrigas (título provisional)

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AutorMensaje
Lisël
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Lisël


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MensajeTema: Intrigas (título provisional)   Intrigas (título provisional) EmptyLun Dic 22, 2008 12:27 am

Título: Intrigas (mentira, pero bueno ^-^)
Autor: Yop ^^
Género: Fantasía.
Sinopsis: . . .
Personajes: Kyril, Jirka, Lisël, Alain, Gavrel...
Ambientación: Lassayr ^.^ [Edad moderna, más o menos... xD]
Otros: Sip, hay un personaje que se llama Lisël... pero no tiene nada q ver conmigo! Solo me gustó el nombre xD

______________


Detrás de las grandes casas, en lo más profundo de las sucias callejuelas que abundaban en las ciudades, y sobre todo en esta, al lado de los charcos malolientes de dudosa procedencia, ratas y borrachos se encontraba aquella taberna. No era especialmente mala, pero, desde luego, dejaba mucho que desear. La clientela, aquella noche, era un poco más abundante que de costumbre. Había varios hombres con grandes copas de Shirak frente a ellos, alguna prostituta con clientes, algun grupo de amigos amargados que no tenían un lugar mejor al que ir; y bastante gente escuchando a medias a un joven, que, subido en una mesa, relataba una historia conocida con grandes ademanes.
Y luego estaba él. Sus fríos, muertos ojos grises escrutaban a la gente, como si pudiese leer todos y cada uno de sus pensamientos. Su pelo, negro como una noche sin luna, le caía por la cara, mientras que sus manos sujetaban una gran taza de Bog. Nadie lo diría, por la expresión ausente de sus rasgos, pero escrutaba atentamente al joven Contador. Su voz melodiosa se elevaba por encima del tumulto, pero, aún así, Kyril solo captaba unas pocas palabras. Tampoco es que fuera interesante lo que decía... era el mismo cuento de viejas relatada de forma ligeramente distinta.
No, la diana de la mirada gris de Kyril era otra persona. Un hombre, fornido y de expresión dura, que bebía grandes sorbos de Shirak como si fuera agua. Sus ojos, de un color rojizo que delataban su condición, miraba a sus alrededores cada pocos segundos, como si estuviese esperando algo. O a alguien.
Kyril acarició suavemente su daga, y repasó mentalmente y sin cambiar un ápice su expresión, las instrucciones.
El hombre se llamaba Donovan, era hechicero, tenía mujer y tres hijos, y era la víctima de Kyril.
Él no lo hacía por placer. Matar nunca es agradable. Pero sí necesario, en ocasiones, y su zurrón estaba alarmantemente vacío. Necesitaba plata, y la necesitaba ya. Y, si mataba a aquel hombre, la recompensa iba a ser, cuando menos, suculenta.
Dio un último sorbo a su bebida con sabor afrutado, y se levantó, con ademanes casuales, con pasos felinos y elásticos. Se acercó a la barra. Donovan se hallaba cerca, escrutando con la mirada al joven Contador de historias, como si él fuese una amenaza. Kyril reprimió una sonrisa cruel y sin alegría. Como si aquel niño supusiera una amenaza para nadie, se dijo mientras se acercaba aún un poco más. Estaban escasamente a dos pasos cuando la gente se levantó y empezó a moverse. Unos salieron precipitadamente, murmurando cosas sobre el Ejército Interno, problemas con los sureños y temas parecidos; otros se acercaron a la barra, separando nuevamente a Kyril de su víctima. Reprimió un suspiro, y se sentó en una de las pocas sillas libres mirando hacia la barra pero siempre con el oído puesto en Donovan. Oyó sus amortiguados pasos aproximándose sobre el suelo de tierra comprimida y paja, y se dio la vuelta, mientras sacaba la daga del cinto. Con un solo movimiento fluido, se levantó del asiento y lanzó la daga, dandole un incosciente impulso de viento. Ésta fluyó por el aire, hacia los ojos del asustado hechicero, que ni siquiera tuvo tiempo de levantar un escudo. Pero, en ese momento, algo se interpuso en el camino del arma.
-¡Tú, extranjero! ¡Cómo te atreves a plocamar falsedades, ¿eh?! ¡Tu maldita historia nos va a condenar a todos!
El hombretón empujó al Contador de Historias, haciendo que la daga se clavase profundamente en su brazo.
Kyril vio como su plan se iba al traste a cámara lenta. El grito del joven, la mirada aliviada pero especulativa del hechicero, la sorpresa y los cuchicheos del resto de comensales. La sangre que brotaba del brazo del Contador, tiñendo de rojo la paja y la suciedad del suelo.
Y luego, como si el tiempo quisiese compensar, la acción se desarrolló, a ojos del asesino, demasiado deprisa.
Donovan echó a correr, empujando a todo aquel y todo aquello que se interpusiera en su camino hacia la salida. Kyril le siguió con un poco de retraso, pues tuvo que zafarse de un par de brazos que trataban de detenerlo. Su cuerpo delgado y fibroso, no obstante, se abrió camino y, una vez fuera, echó a correr todo lo rápido que pudo en dirección a la sombra que le precedía.
Las callejuelas apestosas de Ishtak se retorcían en el llamado Casco Antiguo, formando un verdadero laberinto. Kyril prontó perdió la cuenta de las esquinas que había tomado a toda velocidad, pero nunca se permitió perder de vista a su presa.
¿O era él el cazado? Pronto empezó a escuchar pasos detrás suyo, pisadas que tomaban las curvas igual que él. Entreceró los ojos, receloso, mientras paraba en un portal para coger aire. Se pegó contra la pared, sus ropajes negros camuflándose entre las sombras. Y los vio pasar, Dos hombres, y, al parecer, una mujer; corriendo en la misma dirección en la que había ido él.
Rechinó los dientes. En efecto, era una trampa. Con una larga inspiración, retomó la carrera, pero esta vez en la retaguardia, lo más silenciosamente que pudo. No duró mucho. A los pocos pasos tuvo que parase en seco y pegarse a la pared.
-¿Qué ha pasado con el hombre? ¡Ya no está! -decía una voz, femenina sin duda.
-Nos habrá dado esquinazo, el hijo de...
Entonces sonaron pasos, que Kyril reconoció. Donovan, el hechicero.
-¿Dónde está? -retumbó su grave voz.- ¿Dónde está esa escuchimizada rata de alcantarilla, ese miserable que no puede ser llamado hijo de su madre?
Se oyeron murmullos incoherentes.
-¡Y para esto os pago! No hay remedio... esta chusma de ciudad no vale nada. ¿Al meno sabeis quién le envía? -El hechiero hablaba con desdén en la voz.
La mujer respondió.
-Probablemente, los gremios de asesinos que abundan en Ishtak, mi señor... pero no hemos podido decir de cual.
-¡Inútiles! Hasta ahí lo había deducido yo solo. No servís ni para limpiar el suelo con la lengua, ratas. -fue la contestación.
Kyril dudó. Había escuchado lo suficiente como para saber que no hubiera tenido ninguna posibilidad de conseguir la plata. Donovan lo sabía todo, y, probablemente, el hombre que había mandado la misión a Kyril, también. Al final, él solo era un pobre desgraciado metido en una disputa privada que no conocía. Se sintió como un estúpido, y se decidió a marcharse, pues ya no tenía nada más que hacer ahí.
Pero, si se movía ahora, le descubrirían. No estaba ni a cien codos de ellos, y, cansado, esa no era una buena diferencia en una carrera. Frunciendo los labios, se dio la vuelta lentamente, y miró hacia la pared de la casa. No sería difícil trepar.
-¿Quién está ahi? -retumbó una vez más el vozarrón, seguido de una bola de fuego de pequeño tamaño; pero Kyril estaba ya en el inclinado tejado, y corría hacia los siguientes, en dirección a la taberna.
Debía recuperar su daga.
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